Unas 40 horas antes de que Albert Pujols estuviese otra vez a la altura del momento y ultimadamente batease el jonrón 695 de su carrera el domingo, el legendario cañonero dominicano se dio cuenta de que se respiraba una sensación diferente en el húmedo aire del Busch Stadium.
Lo que podía sentir ahora Pujols era una mezcla cada vez más intensa de emoción, expectativa y, con el paso de los días, urgencia.
Tan pronto se paró en el círculo de espera durante la cómoda victoria del viernes sobre los Cachorros, Pujols fue recibido por una ola de energía del público en el parque de los Cardenales. Fue en ese momento cuando la leyenda de 42 años se dio cuenta por primera vez que su marcha hacia los 700 jonrones había subido a otro nivel en términos de emoción e intensidad.
“Estos fanáticos me han llenado de energía por 12 años en mi carrera, incluyendo la postemporada, pero el viernes sentí algo diferente”, admitió con franqueza Pujols después de la victoria por 2-0 de San Luis sobre Chicago. “Cuando salí de emergente el viernes en mi primer turno contra (Sean) Newcomb, sentí algo distinto. No sé qué fue, pero lo sentí. Lo hablé con mi familia, con mis niños que estaban aquí y les dije, ‘Wow, esto fue diferente’.
Una vibra similar regresó el domingo cuando Pujols salió del dugout para batear como emergente y respondió una vez más en la hora cero. Llamado en la parta baja del octavo inning de un juego igualado 0-0, Pujols conectó un jonrón para ayudar a que los Cardenales doblegaran a los Cachorros. El batazo de 429 pies, según la proyección de Statcast, puso a Pujols a un jonrón de igualar a Alex Rodríguez en el cuarto puesto de todos los tiempos y a cinco – el número que lleva en la espalda – de alcanzar la mítica cifra de 700 bambinazos.
Pujols no sólo extendió su récord de jonrones contra 451 pitchers distintos – Brandon Hughes de Chicago, en este caso – sino que la botó en el último turno de su carrera contra los Cachorros, una franquicia que ha aterrorizado por décadas. En 199 encuentros de por vida ante los Cachorros – la mayoría de ellos con el uniforme de los Pájaros Rojos – Pujols sacó 59 vuelacercas, 99 extrabases y empujó 149 rayitas. Un día después de que su compañero y gran amigo, el puertorriqueño Yadier Molina, tortura a Chicago con dos hits y tres empujadas, Pujols llevó las cosas un poco más allá con su prodigiosa conexión sobre el bullpen de los Cachorros.
El manager de los Cardenales, Oliver Mármol, se aseguró de hablar después del juego de esa rara habilidad de Pujols para bloquear la presión y la intensidad de tantas expectativas para poder responder en un momento clave.
“Hay momentos en los que uno se permite tomarse un momento, olvidarte del juego, y convertirte en fanático por un minuto para disfrutar la experiencia como los demás, y ese fue uno de ellos”, dijo Mármol. “Te tomas tu momento y lo saboreas, porque lo que está haciendo es absolutamente increíble”.
En el clubhouse de los Cardenales, minutos después de barrer a los Cachorros por segunda vez en la temporada en el Busch Stadium y de ganar allí por 18va ocasión en los últimos 20 juegos, otros jugadores de San Luis también parecían estar sintiendo esa magia entre Pujols y la fanaticada que tanto lo adora. Tommy Edman, que había conectado un doble justo antes del jonrón decisivo de Pujols, no entendía porque los fanáticos empezaron a aplaudir y vitorear el strike que acababan de cantarle, antes de darse cuenta de que Pujols había salido de la cueva para batear como emergente.
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